La
mesada fue una de los primeras formas de enseñanza que me dio mi papá para
aprender el verdadero valor del dinero, siempre ligado al trabajo y a las
responsabilidades. Al día de hoy y, estando él en el cielo, le sigo
agradeciendo porque esa enseñanza es ya parte natural de mi día a día,
responsabilidad y logros.
Esta
enseñanza que les voy a relatar, tal cual dije, sigue funcionando para el
ahorro con propósito, jamás anteponiendo al dinero a los valores reales, ya que
quien ama la plata antes que a la gente, está desperdiciando la vida.
Haciendo
memoria, veo que la aplico en mí empleo formal, en mis redacciones, cuando
realizo StandUp Comedy o locuciones o asesorías, incluso para ahorrar con el
famoso saldo forobeta, dinero que se gana en el foro de negocios
Forobeta tanto por publicar temas como por ofrecer comentarios de valor
(comercial y social) en los temas de los demás.
Es
la descripción gráfica del refrán venezolano “grano a grano, se llena la
gallina el buche”.
Cuando comencé a recibir la mesada, de manos de mí padre
Él
era vendedor de repuestos y estaba encargado por el dueño de un negocio, el
cual ameritaba mucho mantenimiento tanto por la estructura como por el habitual
polvo proveniente de la calle. Cuando yo estaba libre de horarios de estudio,
me llevaba a limpiar.
Al
contabilizar al menos 6 días de ir a asistirle en la limpieza o al menos “entretener
a los clientes mientras los despachaba”, al sexto día -casi siempre un sábado,
me daba la mesada, de su propia mano y con una gran sonrisa.
Pero
esta tenía 4 condiciones que yo no podía eludir porque me la podía retirar o disminuir,
así que le hacía caso. Él me daba Bs.100 que, para quienes vivimos la época de
los ochenta y noventa en Venezuela, sabemos que era bastante y daba gusto tener
“un marrón” o “cien bolos”.
Dichas
condiciones provenían de una división en 4 partes, que quedaría así:
Bs.
25 que debía darle a mí madre. Y que siempre de lo que ganara en la vida, debía
darle algo a ella, porque es mi responsabilidad también cuidarla y que ella
tenga para sus cosas.
Bs.
25 para meter en la alcancía, porque siempre se debe tener un guardado para
emergencias o para fin de año o cuando no haya forma de producir, no estar tan
golpeado. Incluso esa idea la utilicé y ahorré para algo que llega aunque no
queramos y que no da gusto pensar pero es relajante tener: me sirvió para
costear su funeral. Mucho dejé de comprar para tener esos apartados para él, mi
madre y hasta para mí.
Bs.
25 destinados a comprar lo necesario para mí: ropa, calzado, útiles o comida. Siempre
me enseño con la mesada que primero hay que blindarse con lo necesario y luego
es que vendrán los gustos. Esa enseñanza vino con los tips de siempre tener
zapatos marrones y negros, jeans azules y negros y camisas y franelas claras y
oscuras, dignas de diversas ocasiones. Al día de hoy, sigo comprando con ese
formato.
Y
los últimos Bs. 25 eran para que me diera gusto con algo, un dulce, helado,
perro caliente, ahorrar para ir al cine, etc., todo posible en esa época; en
ocasiones se ameritaba ahorrar un par de semanas, pero se lograba. Sigo recordando
que con ello invite a la mujer la cual fue mi primer amor a comer un helado,
una de las mejores anécdotas de mi vida.
El valor del dinero
Mi
padre no hizo con esto el alejarse de ayudarme en lo que necesitara ni de
alimentarme. Simplemente me enseñó que de un trabajo se devenga y hay que saber
repartir lo ganado sanamente para cubrir lo indispensable y las
responsabilidades, luego vendrán los gustos o hasta las excentricidades y
novedades.
Sus
amigos le decían que ellos no hacían eso de darle a sus hijos un dinero fijo,
sino que controlaban sus gastos y compraban lo que ellos querían. Aunque respeto
sus decisiones, seguro estoy de que mi papá fue un líder que supo delegar
responsabilidades -sin alejarse de las mismas-, mientras me enseñaba a afrontar
las mismas.
Al
día de hoy, con mi salario y con lo que puedo devengar gracias al fruto de mí profesión
y creatividad, incluso en una economía tan desfasada, errática y caótica como
la de Venezuela, puedo seguir aplicando ese fraccionamiento, para que los
deberes se cumplan y los placeres tengan su momento específico.
¡Gracias
papá, te daré de por vida!, incluso ya estando en la eternidad me sigues
enseñando y manteniendo al tope la disciplina la cual valoro. Lo que me
enseñaste con la mesada y a valorar cada centavo ahorrado (como hago con el aporte
en criptomonedas del saldo de forobeta), siempre llega a buen término y
permite -entre alzas y bajas- solucionar.
Además,
me enseñaste a ser bueno y honesto con gusto, trayéndome como resultado el
haber conseguido a muchas personas así, que de una u otra forma han aportado a
mí vida, brindándome de la riqueza de su amistad.
De
la mesada al salario hubo un trecho de valores que siguen dando frutos.


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