Algunos
niños cuando están enfermos, sienten que pierden su libertad. Así lo sienten,
así lo saben. Y pensando en esto, siempre vuelvo al concepto bio-psico-social
del individuo y la importancia de entender que no solamente hay enfermedades
sino que hay diversidad de enfermos (por sus múltiples reacciones ante la misma)
y que cada uno necesita y debe recibir la atención personalizada y adecuada
para su curación.
La
enfermedad exacerba la emoción, cualitativamente y cuantitativamente y esto
influye directamente en el resultado del tratamiento.
La forma
práctica y asertiva en que enseñan a superar obstáculos a sus niños, tanto en
la salud como en la enfermedad, será una herramienta utilísima para el futuro
de cada uno de ellos, que sabrán capitalizar durante toda su vida.
El tiempo
invertido en enseñarles y/o ayudarles a resolver situaciones es muchísimo mejor
que el tiempo ahorrado haciendo las cosas por ellos.
El que
mira con atención a veces entiende. El que hace, siempre aprende.
Cuando los
niños se enferman, decía al comienzo, se produce una limitación de su libertad
y un desorden en el ámbito familiar.
Explicarles
qué es lo que les pasa y cuál será el tratamiento, adaptándonos a su edad
cronológica y grado de maduración, hará más fácil el camino a la curación. Y si
le sumamos cariño y empatía, todo será más agradable y armonioso.
El
desarrollo de la personalidad humana se forma por completo en la etapa
preescolar. Al comenzar la escuela primaria, los niños adquieren las
principales experiencias que determinarán su estructura psíquica, luego
aplicará lo aprendido repitiendo o tal vez perfeccionando algunos aspectos.
Por eso
es fundamental todo lo que hacemos (y no hacemos) en los primeros años de vida.
Todos los
resabios de lo experimentado (mimos, lactancia, destete, sueño, alimentación,
vestido, juegos, higiene, control de esfínteres, etc.), tiene un alto contenido
psicológico que va a influir fuertemente en su futuro.
Seamos
responsables, educando con amor, presencia y dedicación, tratando de tercerizar
solamente lo que no es indispensable para los niños, sin creer con esto que las
cosas pequeñas, se obvian, cuando estas son los más incidentes y construyen. Y dicha
construcción debe ser positiva, si no, pasa
ser destrucción progresiva.
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